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EL REY DEL RETIRO

Las Canteras

No hay apenas luna y menos estrellas esta noche en la playa de las Canteras, en el paralelo nosecuantos de esta lejana isla de sol africano, que hoy recubren grises nubarrones.

El paseo por la playa no fue como uno lo espera, aún menos a estas horas en que se supone que una ciudad queda tranquila. Mi error (más bien mis ganas) el pensar que un sábado de carnaval puede encontrar uno calma alrededor. Una que se me hace extraña muchedumbre camina disfrazada sin estilo ni gracia, de fijas e incomodas miradas sometidas a una invisible alegría, que invade la calle. Por lo visto, van a enterrar a una sardina. Tiran ruidosos fuegos artificiales y suena una terrorífica canción de Rick Astley. Queria una habitación frente al mar, ya puestos, en este que se supone superhotel, abarrotado y en el que todos hablan un indescifrable y frio alemán.

Cierto que las circunstancias quedaron lejos de lo deseado, pero la verdad es que todo lo anterior me trae sin cuidado. Que no me guste el paisaje en poco cambia esta calma interna que quedó inamovible ya desde el amanecer de un día que pasé flotando, con ganas de gritar de alegría por el balcón.

Ayer fue la fiesta del amor, imagino con motivo de un santo, que también trabajaba en el Corte Inglés, y que debió enamorarse mucho. Hubo muchas bajas, pero no la suya, la única que me importaba. Fue una noche de nervios, de caminar sin sentido entre conversaciones, de no parar de beber. ¿Por qué tanta angustia? Se supone que llegaba un (el) momento de romper las cadenas de confianza, que atan a las personas a no mostrarse del todo cómo son, pero los miedos irracionales de cada uno aparecen (como ella) cuando menos te lo esperas. Tenía la sensación de haber compartido cientos de conversaciones, pero no deja de ser una realidad que apenas nos conocemos. Y el momento se hizo esperar... saciando la sed en whisky.

Escogíamos un número, y podías escribir mensajes anónimos y meterlos en un cesto. “A ver, a ver... Que los tímidos nunca saben por donde empezar” fue el que más me llamo la atención de los que recibí, más tarde sabría de quién era esa letra del mensaje que esta mañana releía una y otra vez. Todos los demás iban dirigidos a mis “ojazos” por eso de que aun no han inventado lentillas de mi tamaño.

La encontré (o me esperaba) sentada en la cocina, y echar a los miedos resultó mucho más fácil de lo temido, y sus besos aún mejores de lo imaginado. Ahora empieza el segundo capítulo, más misterioso que el primero, donde creo que los miedos cambian de protagonista.

Hubo un punto negro, un querido amigo, decepcionado con el devenir de esta vida que se le asoma como un cubo de hielo que poco a poco se deshace en la arena, bajo una gran tormenta. Aquel que entre todos los números escoge el 13 y al que esta vez soy yo quien le clava el punzón. No podía ser de otro modo tío. Bien pudiera haberle avisado de mis intenciones, pienso, pero sólo hubiera sido adelantar el irremediable paso de la cuchilla, que ha sentido afilada. Lo importante era el hecho y no la noticia.

Un intenso dolor recorre mis piernas, tras una noche de agitados sueños y constantes despertares con el nublado recuerdo y la resaca de sus besos. Aquí me esperan días para mi mismo, aunque por desgracia rodeados de obligaciones que deberán impedirme pensar en lo que no paro de pensar.

2 comentarios

Mr. Majestic -

Hola espesita, me alegro de tu alegría por mi difusa alegría entre tantas letras.. :)

G. -

Supongo que estoy un poco espesita, pero no me aclaro si me tengo que alegrar o no.

Decidido, me voy a alegrar, porque sus besos fueron mejores de lo que habías imaginado.

:)