La imaginación enajenada
La piscina enclorada que visito las mañanas que "puedo" en nada se parece a la piscina a la que me arrojé hace cosa de un año, en que sin darme cuenta de que habían vaciado el agua y solo quedaban los meaos de los niños, me estampé de morros y me regocijé en un intenso lamento, que por suerte, fue bien breve.
El hecho es que de vuelta al pueblecito-burbuja me volví a encontrar con la señorita que me hizo perder los papeles entonces. Apenas un "¡hola!" con su posterior "hasta luego", pero la cabeza ya había comenzado a centrifugar de nuevo, en un programa cortito, pero de esos que parece que la lavadora toma vida y comienza a caminar. Yo no entiendo nada -me decía a mi mismo-, si no puedo confiar en mi propia firmeza, si me olvido de lo que pasé, y me olvido lo que pensé.
Y no es quien yo creo que es, se que no es quien yo imagino, pero debe ser que sólo la ilusión de que lo sea, basta para hacer añicos el supuesto criterio. Juzgo sólo por los gestos y apenas la impresión del aura que desprende. Y nada más, la verdad, el resto (que no es poco) lo imagino yo en mi propia película.
Una que me conoce bien, se reitera en el "Tu eres tonto Hugo, ya estamos otra vez, que tu no puedes estar con una chica que ni siquiera sonríe, ¡hombre!"
De camino a la piscina (la enclorada): Worlds Apart - ...And you will know us by the trail of death.
4 comentarios
tharsis -
lulamy -
Vamos, mi cabeza se fia menos de mis actos que yo misma...
La mujer tirita -
Bueno ea, que no digo na.
Pedro -